martes, 15 de abril de 2008

Palabras sobre mis CD "HUELLAS" e "INTERSECCIONES"





PRESENTACIÓN DEL CD INTERSECCIONES DE GUSTAVO TISOCCO

La poesía de Gustavo Tisocco es un viaje hacia adentro. Por un lado es un paseo por el territorio de la infancia, los lugares conocidos, los recuerdos del adulto que revive, a través de distintas secuencias -casi fotográficas-, el tiempo inocente de la niñez y de su primer despertar.

Es una poesía valiente, que se anima a decir su condición. Que indaga y cuestiona, que rememora, en una especie de anámnesis poética, instantáneas del pasado y, quizá también, de otro tiempo anterior a su nacimiento.

Aquí Gustavo Tisocco entabla un diálogo entre sus propios libros. Intersecciones es una antología de su obra publicada. Sin embargo tiene una disposición propia, una organización que genera un núcleo nuevo. Aquí aparece evidenciado lo que preanunciaba el libro Paisaje de adentro: el surgimiento de un yo poético transpersonal que acerca al yo individual con el sí mismo, al yo hombre con el Yo dios.

Intersección es, de acuerdo a la definición del diccionario, el punto en que se cortan dos líneas o cuerpos. Cabría entonces preguntarse cuáles intersecciones. ¿No es acaso toda nuestra vida una intersección permanente de personas, historias, encuentros, revelaciones, nacimientos, muertes? ¿No es acaso la vida misma lo que ocurre en la intersección y todo el resto del viaje, es apenas transcurrir? ¿No es acaso la poesía lo que preexiste y se nos revela en esas intersecciones del camino?

¿Y finalmente, en cuál de todas esas intersecciones habita el núcleo más genuino de nuestro ser?

Gustavo nos propone una estructura, un orden para esta Rayuela (podría haber otros) y en ese orden comienza la búsqueda del Sí mismo a través de la experiencia del amor. La primera parte se titula Amor y desgarros y nos introduce a la conciencia de la dualidad de esta existencia física, en la cual parece no haber posibilidad de conocer la luz sin la tiniebla. En esa paradoja aparente, es el amor por un lado lo que nos mueve a salir de un estado de adormecimiento y traza puentes hacia lo Absoluto, alguna clase de divinidad, ánimus y ánima. Pero también es un encuentro con otro que termina volviéndose dolorosamente ajeno y nos lleva al conocimiento de nuestro propio límite. Dice Gustavo “… y te amé como pude... con mi lápida a cuestas… con mis soles alumbrando…. con lo que tuve y no… con lo que di y no….”. y , aunque sea esta experiencia uno de los anhelos más genuinos, nos deja a veces frente a nuestra vulnerable condición humana. Cito: “…huérfano de mí soy simple asilo, confundido espectro…” o“… siempre llueve en mi intemperie…” o “...tengo flagelos que me cubren…” “… pobre de mí soy invertebrado…”.

Habiendo conocido la sed y la imposibilidad de saciarla inicia la segunda fase de la búsqueda. Esta parte del CD se titula Homenajes, intersección de lo familiar, la herencia, con lo universal, como veremos en poemas como Holocausto o Nocturna/diurna.

Para llegar hasta aquí hemos tenido que dejar atrás, hemos tenido que enfrentar dificultades y temores. Inicia esta parte con un poema que anuncia: “…Ahí va el muerto, dicen, cuando paso con mi sombra de hormiga…/ aquí estoy, les digo por lo bajo/ mientras cabalgo mis batallas…”. Confrontación ésta que nos remite a la primera prueba en el cruce del siguiente umbral, muerte iniciática, abandono de la superficie -viaje de la noche- para ir a la búsqueda de los ancestros, las zonas de la memoria y las historias olvidadas: “…la noche se recuesta en mis ojos muertos, nos dice. Y es en ese deambular por la Noche, que el poeta se ve a sí mismo en prespectiva –extemporal- o conciliadora de todos los tiempos, todas las identidades que fuimos, que seremos: como en el poema Inmóvil: “… Inmóvil veo pasar los días/soles y lunas en una intersección de cielo y agua/anidan en mí antiguos clarinetes/fui sombra de enormes mariposas acribilladas….nunca pude acercarme al sauce que llora su prisión/…. perisisto eterno/me condenaron al más blanco mármol/mi cuerpo perfecto/la jaula más cruel/ ¿vendrá el hada a romper el hechizo? Intersección/intertextualidad de algunos tópicos como el de la bella durmiente, por ejemplo, metáfora del olvido en que nos sume la muerte o del olvido de sí en que nos sume la vida física o de la ilusión en que vivimos. Y en esta alternancia de distintas existencias el hijo, primeramente, se integra en el padre: “…Deja que repose en tu fondo para rescatar los fabulosos días….que retorne el príncipe valiente del cuento…(quiero) llevar mi rostro de ti al deambular la tarde…”

La tercera parte se titula Desde mí y es el momento en que este hombre muere definitivamente a su identidad primera para alcanzar su identidad última, o por lo menos, aproximarse a ella, en un ciclo alquímico de generación y regeneración constante: “hay en mí úteros vacíos y alumbramientos abismales”. Danza entre la vida y la muerte que nos conduce al inconciente colectivo, conocido en la mitología como la fuente de la vida o la fuente de la eterna juventud. Dice Gustavo“…Me desplazo a tiempos pasados…es camino al cementerio/ que me brotan nostalgias/ de un ayer que presiento cerca…pero estoy aquí resurgiendo de tantas épocas/más no soy fantasma/ sino pasajero que extravió su luna…”

Igual que ocurre en la mitología, el día y la noche se encuentran finalmente en un matrimonio que produce el nacimiento de ese Yo, con mayúsculas, que habíamos anunciado:“.yo que fui de todos los cosmos una constelación…que divisé todo el horizonte que siempre fue mío...yo que traspasé la barrera del infierno y sucumbí al olvido de los dioses….yo tuve tantas bocas como estrellas en mis ojos…”

Con la salida el sol, volverá a la superficie, desde sí, como nos ha prometido. Todo héroe solar que ha descendido a los reinos lunares, finalmente renace, retorna de la oscuridad, trayendo un don que restaura el orden perdido y nos trae la sanación, un misterioso elixir, que sólo se cultiva en las profundidades: “Tuve sueños que fueron disipándose al alborear/luché y perdí en este caminar de presagios incesantes/desde todos mis gozos me descubro/persisto y vibro en eternas misericordias…tenemos el privilegio de toda rebeldía…esperen mi regreso y seremos gloria…”.

Quedaría entonces una pregunta que les dejo abierta: es la poesía lo que preexiste y lo que se nos revela en esas intersecciones del camino?

GRACIELA CAPRARULO

Palabras sobre el libro "PAISAJE DE ADENTRO"



Paisaje de adentro

Gustavo Tisocco se abre a la memoria desde los primeros poemas con el recuerdo de la infancia y de su pueblo: Mocoretá, Corrientes. Las fotografías que acompañan su obra reafirman el clima de nostalgia y el tono melancólico de su poesía. El blanco y negro incrementan en las imágenes la pesadumbre y, más aún, el desgarro que le ocasiona la remembranza.
Cuenta que se escapaba con sus hermanos al río o a la vieja estación a inventar fábulas, y jugaban a hacerse los muertos y a practicar las ceremonias de un entierro. Las calles tenían un circo reluciente y había un fuerte olor a mandarinas. Cuenta de una casa mustia y de la mirada triste de su perro.
Entremezclados entre los paisajes físicos concretos o entre las figuras representativas que parecen alucinarlo, está destacada sobre todo, la evocación de su madre que lo acunó cuando era inocente y que pregonaba que en la siesta habitaban los duendes. La de su padre, que le regaló el rostro de niño, su infinita tristeza y su abrazo. La de su abuelo Juan, que se hizo gorrión para ampararlo. La de su tío Jorge que partió, sin avisar, sin mirar atrás.
Hay también un poema para una amiga cubana cuyo corazón es tan grande como la isla donde habita o una mención a Alejandra Pizarnik, para llorar debajo de su nombre admirado. Y no olvida involucrar su abatimiento por lo social cuando hace poesía sobre el soldado desaparecido o sobre las Madres de la Plaza de Mayo.
Pero, sin embargo, la añoranza duele. Hay un adentro profundo, solitario y desgarrado. Triste. Un hombre que es niño en el recuerdo y evoca el dolor de ese tiempo en la abundancia de tumbas y en espacios mutilados, clausurados o infames. En burlas que dejaron cicatrices y que deja entrever que ya no quiere ocultar y así se desnuda en lágrimas, en muñecas definitivamente rotas, en muertes incontables.
El pasado es, para una sensibilidad en carne viva como la de Gustavo-poeta, lo que lo hace sentir que tiene una sombra de hormiga o que es pequeño, ínfimo, imperfecto o simple.
Yo digo que es valiente. Que nadie que no tenga su coraje puede contar de esta manera lo que cuenta. Y menos con forma de versos.
Huye, sin embargo, con la palabra poemada, con la metáfora, con las aves, con el despojo a cuestas, con un apasionamiento poco común y opta por el exilio, que es ese “paisaje de adentro” al que quiere disminuir cuando lo llama “impreciso vagabundo”.
No conozco más intimidad de Tisocco que la que denota en este poemario amplísimo y claro. Es una muestra de un alma pura, de un corazón dolorido y de un ser “huérfano de sí” que se suicida en pájaros y se mutila los brazos, que pierde la mirada tras la brisa y se pregunta cómo será vivir en un hueco.
Y que a pesar de que se acostumbró a ser muro y a escalar precipicios, puede dar. Desarrolla su trabajo con los niños, es pediatra, los sostiene y los trae al mundo. ¿Hay algo de mayor entrega?
Y, además, crea páginas donde convoca y promueve a sus pares poetas con una cuota de generosidad no habitual.
Y sigue aquí.
Para seguir escribiendo.
Afortunadamente.

Un abrazo a Gustavo y mi sincero aprecio
Isabel Krisch


Palabras de Beatriz Schaefer Peña para la presentación de “Paisaje de Adentro”

“En ese lugar,/ ahí, en mi paisaje de adentro,/ mi casa aún es refugio;/mis manos, palabras.” Esos son los versos finales del poema que da inicio a este poemario de Gustavo Tisocco y que se titula, precisamente “Paisaje de adentro”, desde cuya interioridad nos muestra ese largo y doloroso peregrinar, casi siempre acompañado de la soledad como es necesario, hacia la búsqueda de sí mismo. Y entonces es cuando nos revela, desde su voz, las diferentes visiones que se van sucediendo entre recuerdos, aconteceres y una realidad que muchas veces lo hostiga y así sucede que esa, la voz de este joven poeta, se revierte en todas aquellas que lo circundan, como si su propio Yo se multiplicase para proyectarse a ese mundo que, si bien, no le es propio, él lo imagina o lo siente como tal.

Sabemos que con la post-modernidad, la frontera de los géneros se ha extendido hasta rozar lo ambiguo, condición, por otra parte de la Poesía; Gustavo Tisocco ha conseguido, desde estas páginas, salirse de sí y hablar desde esa imprecisa frontera de lo que nos es ajeno pero imaginamos o deseamos como propio. Con metáforas inéditas y algunas veces audaces, él lo traduce así, desde estos versos sueltos: Pobre de mí, muñeca despedazada y también desde este bello poema que dice: Escucha, ladran los perros./ Mi hijo muerto me llama en la bruma. Inmóvil sangra mi útero./ Escucha, gimen los perros. Y vemos que hay como una búsqueda de la integración personal, como si el propio poeta se preguntase, una y otra vez: -“Quién soy yo, realmente”? En todo el poemario se percibe algo así como si el tiempo quisiese escapar de su propia circunstancia para finalmente regresar a la misma y entonces todo se convierte en un círculo cerrado desde el cual no existe ningún disparador posible, ningún “más allá”, como si el Yo del poeta, terminase inmerso en esa individualidad de la cual no puede, a pesar de todo, liberarse. Y esto sentimos, claramente, cuando nos dice: Todos los que he sido/, son las sombras de mi cuerpo añejo, para agregar: Ya no soy más que naufragio.

Y también cuando expresa: Aullido de lobo, salgo de mí y te extravío. Y más adelante: Huérfano de mí soy simple asilo, confundido espectro, para terminar confesándonos de una manera notablemente bella y dolorosa: el lazo se ciñe y huyo/ sacudiendo ramas.

Pero también encontramos, en la lectura de este libro, que más allá de la indagación del poeta, más allá del manejo acertado del lenguaje poético, con su musicalidad ineludible, con versos logrados, no solamente en expresión y ritmo sino también plenos de simbolismos que logran transmitirnos, precisamente, las distintas imágenes que hacen a ese paisaje interior que se va revelando, más allá de todo eso, repito, se levanta imponente, el Eros, ese Gigante del alma imposible de soslayar. Y entonces nos conmovemos, junto con el autor, cuando nos dice: He sepultado este amor, esta adoración,/ este amargo camino,/ tu soberanía,/ mi reptar. El poema sigue pero yo creo que la esencia del mismo está en este sólo verso: Tu soberanía, mi reptar. ¿De qué otra forma dolorosa y breve puede alguien expresar todo lo que hace la condición del abandono? Con síntesis, con una impecable metáfora acompañada del acierto de la imagen, Gustavo Tisocco nos demuestra su destino de poeta verdadero y también se advierte, en todo ese acontecer poético que hace al libro, una especie de exaltación de lo inapresable y de todo aquello que parte de lo subjetivo, como por ejemplo: la evocación de esos fantasmas del alma que componen el pasado: Camino esta soledad/ de despoblados ojos/ del grito ausente/ la lejana infancia, nos confiesa; pero el autor no se queda con la mirada en los antiguos espectros, por el contrario, los proyecta hacia el presente que ya deja de serlo para convertirse en la ensoñación de todo aquello que podría llegar a ser, porque, como dice Raúl Castagnino en su “Fenomenología de lo Poético”: “para que no mueran, el recuerdo personal operará su acción en transporte ficcional, contribuirá a la reelaboración poética, tratará, de alguna manera de intentar su permanencia”. Pero algo más debo decir en este somero análisis de “Paisaje de dentro”, de Gustavo Tisocco, y es que se advierte en su lectura la autenticidad de una voz absolutamente personal e incontaminada, para expresarlo de alguna manera. Él, a lo largo de todo su poemario, es siempre él, sin concesiones, sin sumisión a los modismos del momento.

El libro se cierra con unas breves composiciones que podrían definirse como prosa poética, desde las cuales el poeta se habla a sí mismo o le habla a ese otro que se escucha tras de sí, en un monólogo que revela ese acontecer que le es tan propio y del cual quisiera pero no puede liberarse, reitero.

Para cuando despiertes, dejaré sobre la mesa las velas encendidas, nos dice bellamente casi al cierre de su obra aludiendo, tal vez sin proponérselo, a ese estado de encantamiento que precede al inicio de toda creación, al acto poético en sí. Gustavo Tisocco sabe de la música de las palabras que, desde su voz, nos llega sin altisonancias, con esa claridad que muestra el cuidado del fraseo para que aparezca fácil, espontáneo, sin oscurantismos inconducentes. Celebremos entonces este “Paisaje de adentro” que nos revela a un joven poeta que se perfila en lo perdurable."

Beatriz Schaefer Peña



Prólogo

Cuando Gustavo Tisocco me propuso que escribiera unas palabras sobre su libro, yo no sabía que estaba regalándome un pasaje para hacer un viaje a través de la belleza. Este viaje comienza desde el primer verso de “Paisaje de adentro” y en una línea que va desde el pasado hasta el futuro más lejano, vamos de la mano de dos compañeras nunca ausentes ni en esta ni en ninguna de las obras de Gustavo: la melancolía y la nostalgia. Pero ellas no son las únicas. También está presente la desazón, la rebelión contra la injusticia, el amor, el desamparo. Cada palabra, el lenguaje en sí mismo, se viste de libertad y, según la fibra de cada lector, puede impactar en más o en menos, pero siempre este libro conmocionará el espíritu y lo fecundará con la perla fértil de la emoción.

A medida que avanzamos nos vamos enriqueciendo más y más. Hay momentos en que el autor parece exiliado de la felicidad; otras lo encontramos en lucha con bestias y ángeles; autor que se desgarra con pérdidas y preguntas que apuntan al misterio. Él puede ser una muñeca despedazada o una lombriz, eterno suelo, pero siempre será ese poeta acuciado por tener una mirada que no descuide ni un resquicio de su paisaje interno iluminado por el farol de la sabiduría y el talento. Pizarnik dijo: “La poesía es el lugar donde todo sucede”. Por eso, en este libro, sucede la vida.

En este viaje pasamos por la estación de la infancia; llegamos al hoy y concluímos en la eternidad : fuerte aroma/ palidez/ la mortaja destiñe mi rostro. A través de esa travesía vemos por momentos el ser de Gustavo hecho añicos y entonces sentimos en nosotros el dolor del poeta que llora desde sus huesos.

Libro de alta poesía, “Paisaje de adentro” está destinado en forma ineluctable a la trascendencia.

SUSANA CATTANEO



La poesía es un viaje impresionante e imprescindible hacia la esencia más profunda del ser. La palabra se adhiere a la belleza de tal manera que explosiona en una emocionante creación que desnuda no sólo los cuerpos que se buscan, el amante frustrado, la noche que esconde su sombra imborrable, sino también, nos hace contemplar las injusticias, la atrocidad de un mundo apenas descubierto, la infancia, donde quizá un poco de amor bastaría, quizá una caricia que no se pueda vender en las esquinas o en cualquier suburbio donde tristes seres tratan de compadecer su frustración tapando sus inútiles corazones bajo el frío cemento del invierno.

Estos temas y muchos más, nos presenta en esta ocasión el poemario Paisaje de Adentro, (Ed. De los cuatro vientos - Bs. Aires-Argentina, 2006), escrito por el poeta argentino Gustavo Tisocco.

Este libro comienza su travesía desde la etapa más indescifrable del ser humano, la infancia, enfocada en su ciudad natal, Mocoretá. Los poemas que tienen una exquisita carga lírica y crítica ante la sociedad, nos demuestran la fineza verbal de Tisocco, haciendo que lentamente nuestra lectura se vaya transformando en vida misma, pero también, nos enfrenta ante nuestro propio destino, que muchas veces nos enseña que la vida es sólo un estadío, un momento bajo las vagas nubes de otoño:

El niño
cubierto de barro
quedó ciego.

Ya no vendrán mariposas
a despertarlo
ni repicarán bombos
con su nombre.

Duele
este naufragio de Dios,
ahora hieren las plegarias.

La madre
sentada al sol
quedó ciega
y no vendrán las mariposas...


A lo largo del libro, la voz del poeta se va transformando. Pasa de una voz que canta a la soledad, una voz que canta al horror que nos impulsa a la muerte, para convertirse, en una voz confesional. Una confesión que parte de la propia experiencia que madura lentamente en una fuerza que acaricia el cuerpo, lo que finamente se podría expresar en lo erótico, y también la negación a la libertad, a la redención total de la sustancia artística, el amor y la creación:

Me niegas el beso
que pudo salvarme.

Decapitadas caricias
no bastan.

Dentro del encierro
que me rodea: me encierro.

Mi cuerpo
sangra candados.

Y a veces, Tisocco es el niño corriéndose desesperadamente de su realidad. Una realidad distorsionada, atrofiada por la violencia, la soledad, la falta de una voz a cual llamarla tiernamente, amor:

Corre Leandro
no vuelvas...

Déjate ahí
donde habitan
hombres-aves.

Déjate ahí
donde te columpias
perpetuándote.

Corre Leandro,
pero no vuelvas...

Con un lenguaje cargado de energía y emotividad, además de una gran variedad de fotos tomadas por Liliana Muente y Patricio Coullery, esta obra, expresa en sí, una exhortación a la esperanza, al cambio. Nos muestra la posición de la poesía, del poeta ante una sociedad devastada por sus propios deseos, y como él nos dice, a Permanecer / suficientemente heridos, / para salvarnos...



PAOLO ASTORGA

Palabras sobre el libro "ENTRE SOLES Y SOMBRAS"


Celebro la aparición de este segundo libro de Gustavo Tisocco. Para mí es un honor participar en esta fiesta que es la presentación de un libro. Le agradezco haber confiado plenamente en mí para ser el editor de su libro y, mucho antes de esto, su guía en este camino que emprendió hace muchos años con la poesía, porque desde hace muchos años escucha (en algunos casos acepta y en otros no) las sugerencias, consejos, explicaciones, durante el trabajo de producción y corrección que desarrollamos en el ámbito del taller. También me siento muy agradecido por la confianza que depositó en mí para ser el editor de su libro. Confieso que sentí una gran responsabilidad -siempre que edito me pasa lo mismo- pero en este caso especialmente por su ingrata experiencia con su primer libro; entonces este libro tenía que ser tal cual lo había soñado, deseado, esperado su autor. Y creo que no le fallé.

Gustavo Tisocco eligió para ilustrar la tapa de su libro una puerta entreabierta. Imagen que, me parece, es la mejor manera de mostrar/mostrarse abrir y no cerrar sus soles y sombras.

La mirada del poeta es así: oscuridad/luminosidad - revelación/misterio - descubrimiento/límite - imposibilidad/posibilidad/ música/silencio. Estos pliegues, estos reversos están en el libro.

Un libro que, sin duda, es de gran importancia para Gustavo, para su apuesta literaria. Y que marca una gran diferencia con el primero, Sutil. Entre soles y sombras recoge lo más auténtico de su vastísima producción, más allá de poemas que pueden gustar más o menos, de aciertos y desaciertos. Entresoles y sombras es un libro auténtico, de un autor verdadero, transparente, que decide mostrar todo, no oculta porque sabe que la poesía es el lugar donde todo sucede, como bien dijo Alejandra Pizarnik.

Y por esa puerta entreabierta emergen los epígrafes que eligió Gustavo Tisocco, los más adecuados para introducirnos en el verdadero clima de tensión que se instala en los poemas. Quasimodo y Vallejo convocados para reflejar en sentido de una vida más allá de sufrimientos y soledades. Porque por un lado aparece el menosprecio de una vida pero que vale la pena ser vivida como también sufrida, pero sufrimiento como instancia esencial de la vida; y por otro, el sentido de la vida que irrumpe en esa inmensa soledad que acosa al hombre.

Gustavo Tisocco no deja nada sin nombrar, recorre cada centímetro de la existencia, y eso lo hace auténtico, frontal, sensible.

Quien se acerque a este libro tendrá la oportunidad de asistir a una experiencia única. Porque habrá que hundirse en estos poemas, compartir su interioridad tan deslumbrante como inquietante, tan abismal como desgarrada, tan ardiente como certera. Ese es el desafío que nos propone el autor, quien se mantiene entre soles y sombras, en permanente estado de alerta, para reflejar/recobrar los sentidos, los deseos, los sueños, las emociones, las injusticias...

Gustavo Tisocco logra inventariar las múltiples realidades de una vida que va descubriendo. Es una mirada aguda y al mismo tiempo comprometida con su alrededor, con sus semejantes. Todo lo que sucede le dispara la necesidad de escribir. Es como si de cada hecho sintiera una conmoción interna, un eco que va ocupando todo su espacio, todas sus palabras.

Y ese eco interno se despliega, se transforma en una voz para ser libre y así desnudar su garganta para dejar de ser vacío, nada, nostalgia, destierro, incompletud. Podríamos decir que a partir de ese momento se inicia un peregrinaje que tiene la característica de convertirse en una experiencia del límite, pero no en el sentido de abismo o fin, sino de alcanzar -o al menos intentar- sentirse "silencio de sol".

Estos poemas revelan una búsqueda, un encantamiento aunque a veces la voz se torne desesperada, suplicante, huérfana, desafiante. Son poemas que emergen de lo más hondo del espíritu. Tienen la lucidez propia de quien vive intensa y apasionadamente, aunque descubra a su alrededor el horror, la injusticia, la hipocresía, la muerte. "Develar el misterio/ de vivir sin tregua", afirma el poeta.

A través de estos poemas Gustavo Tisocco llega a ser lo que es. Así se expresa lo poético en él, como si se tratara de la dimensión de lo que es genuino, real, verdadero y, por qué no, sagrado.

Abordaremos una poesía que es presencia expresiva de una existencia. Expuesta y nombrada ante todo.

Alguna vez el poeta Edgar Bayley se empeñaba en saber si el sí mismo del poeta está presente en su poema. En el caso de Gustavo Tisocco eso que tanto le obsesionaba a Bayley, se cumple.

Sólo me resta decirles que disfruten de la lectura de este libro, pero les advierto que ingresarán a un vastísimo mundo que merece la pena ser transitado.

Pablo Montanaro



Desde Mocoretá- Corrientes un sol venía asomando sin decidir si su terciana iba contra los labios rasgados de la tierra que pedían sed de clemencia o entibiaba aquella cuna sobre los esteros de mimbre donde el moisés de Gustavo navegaba otra suerte de salvación.

De niño a veces jugaba a las escondidas (premonitoriamente buscaba de su propio encuentro) otras a la rayuela en el salto a la escritura por donde la tiza de Cortázar nos enseña que entre cielo y tierra también es posible unir un mundo, pero lo que más llamara la atención al indagador pequeño, era jugar al farmacéutico y al doctor con cajitas vacías que por entonces le obsequiara el boticario de su pueblo, ahora pienso, con que responsabilidad podemos hacer grande el universo de un niño y tal vez su destino.

De mayor las manos de Gustavo necesitaron estar al servicio y entonces se vistió de guardapolvo blanco y con el conocimiento se formó médico, curador de los más bajitos, pero en sus manos algo temblaba más allá donde el título con su buen ejercicio y entonces ahora Gustavo Poeta, sanador de las almas, cuando al tomar contacto con sus letras nos simbiotiza en ese ir alerta y entonces “Entre soles y Sombras “ de su mano-pájaro, vamos.

Es así como llegó Gustavo Tisocco en Ser y temple de una herramienta que se torna hereje cuando destroza al dolor en cada palabra de cal y canto.
Reconstruir y asumir que la vida se a hecho en un molde único al ir permitiendo que las hojas escritas se metan en vos, vas paseando del abrigo de un Gustavo intimista en sus dos cauces, primero es como si compartiendo un café él te relatara como un sacrosanto la confidencia de su vida, sus pasos los más álgidos, los de carácter humano y la de los otros evoca un jardín de flores y no sabes hasta el final si es para adornar actos de ternura o que se hagan ofrenda de ese cementerio atestado de muertos que deambulan en sus noches insomnes.
Luego va por más y te lleva o te deja expectante, él toma asiento en medio del escenario y un cenital lo alumbra de lleno, nosotros que observantes observamos, pasamos a ser la entelequia en ese runrún que nos sigue ofreciendo en las que yo he resuelto llamar "sus cartas íntimas" y te las pone a todas- hasta la última- sobre la mesa y entonces descubres una maternidad a medias, le habla en la voz del poema a su abuela Rosa a quien invita y dice.<<>> habla del esperma y transpiras ese demandada que desde su hondo pide provoca y hasta te lastima cuando reclama...<
Ay Gustavo cuánto dolor nos dejas ver "Entre tus Soles y Sombras" que acompañan y van derruyendo esta noche que parecía macabra allá afuera y sin embargo abrir la puerta en tu poema de juegos donde citas al Lobo, al gallito ciego o a la ronda de San Miguel donde tantas veces hemos jugado desde la infancia y hoy qué intimidación hace este llanto ternura, te pido ven... ven poeta a mi regazo necesito cobijarte en este abrazo como yo solo se darlo, porque tú mi querido amigo poeta bien lo describes y dices: <>
Y mientras mas me dejo fluir en tus letras y tú que pides
<
brazos cansados/ reposar por un instante en la eternidad/ a pesar de que ya no hay cosmos..>>
Y yo que tibio mi corazón busca el nido donde el sueño es llamador de Sueños y entonces te preguntaría antes de cerrar esta reflexión devolución por lo tanto que me has dado puertas abiertas de tu libro y entonces cuando cuestionas y dejas al aire ...:<<¿Cuál es el secreto que guardo en mis manos cansadas?>>
Y entonces del buen gesto, humildemente besos tus manos hacedoras, artesanas donde esgrimes a la palabra en la disposición justa donde disponen todas sus fuerzas los guerreros de la Luz.
Gustav
o quiero agradecerte de todo corazón todo lo que me has

entregado, en tus gestos, en tu mirada, en tu libro que en definitiva es la voz íntima y pura, honesta de tu propia voz.
Que Dios te bendiga, querido, ahora y siempre en la Luz de tus letras donde oras y aras eternidad, floreciéndote en poemas del asombro.

Fany G. Jaretón



El poeta tiene un camino predeterminado por ser poeta, un exclusivo destino que es el intento de atravesar el misterio. Cada uno tendrá una idea más nebulosa o no tanto de cómo intentar llegar, pero todos, con su poesía, tratarán de poner luz a esa niebla. Y digo “niebla o nebulosa”, porque hablo de aquello que desde este costado del mundo, como diría Olga Orozco, no tenemos certeza. Hablo de lo inefable. Y a la captura de lo inefable, va Gustavo Tisocco quien nos entrega hoy un poemario titulado “Entre soles y sombras”.

Gustavo explora en este libro lo humano, llevándonos así a descubrir nuestra propia condición, nuestra esencia. Sus herramientas son por un lado, los sueños que se logran; por otro, los que quedan como sueños y no pueden ir más allá; también toma como herramienta sus dudas, sus certezas y pronuncia a través de sus palabras el universo de las emociones. Surge allí una dimensión innombrada, mientras de sus escritos emerge el talento para habitar cada sílaba.

El autor nos lleva por un lento sondeo del propio yo e invita al lector a demoler estructuras falsas, para rescatar ese instante de percepción luminosa, ese gesto que todos llevamos dentro.

Gustavo Tisocco es poeta; por eso celebra a través de sus poemas su destino. Lo hace expresándose con el más desnudo y natural de los gestos: el que se da en la sellada transparencia de una voz, donde vida y muerte conciben para lo humano la traducción de su mensaje. En su palabra encontramos lo visceral y lo existencial, lo inmediato y lo cósmico, lo ambiguo y lo secreto que abisman y enriquecen la expuesta soledad del artista, fundando su libertad creadora.

Hay en Gustavo una gran lucidez a flor de piel, pronta a extenderse sobre nostalgias intactas. Dice un poema suyo:

Hoy te trajo la lluvia.

Entre truenos, relámpagos y melancolías

escuché tu risa invadiéndolo todo.

Despoblados, mis charcos te esperaban;

también el sillón del viejo parque

y mis fábulas de triste marinero.

Me impregnó tu olvido de nostalgias azules,

pero estás aquí...

Abruma saber que saldrá el sol.

En todo el libro, por detrás de la escritura, hay otro significado que tiene que ver con la búsqueda de un mundo interno donde se pueden recuperar esperanzas. Dice el poeta en un poema que titula “La hiedra”:

Resurjo perenne desde todos los olvidos,

me nutro del néctar palpitante de labios hechizados

y es cada brote un suspiro que derrocha,

una osadía cada gemir.

Vemos entonces que hay una mirada nostálgica y esperanzada a la vez, mirada vasta que abarca todas las emociones sondeando el abismo interior del lenguaje.

También encontramos una intensa sensibilidad y capacidad creadora junto a diversidad de sonidos y recursos que conmueven al lector y despiertan su interés.

Gustavo contempla, ama, sufre, es feliz. Esto es lo que se encuentra en la poesía de este autor, donde los sentimientos más profundos tienen contundencia, posesión del poema, presencia.

Escribe con pasión llevado por la mano del deseo de vivir y de compartir ese vivir con otro, que muchas veces es otro que se hace universal.

Es un poeta seducido por el amor, los recuerdos de infancia, de familia; seducido por la propia poesía. A veces, esta misma poesía lo tiraniza porque le exige vida, destino, respirar, moverse. Entonces, Gustavo recorre todas las dimensiones posibles y la que más le interesa es la de los vínculos con lo amoroso. En cada poema tiene una cita con la belleza. Sabe jugar con las palabras, como nostalgia, tal vez, de un recuerdo lúdico. Dijo un poeta húngaro de principios del siglo pasado, Attila József-: “Los hombres que no saben jugar, me causan miedo”. Gustavo juega; a veces el juego es oscuro, sufriente; otras se mezcla con campanas de alegría y fuerza para vivir.

Como una flor recién nacida y como planta muy antigua, sus poemas emergen como lúcidos mensajes para todos nosotros. Y vemos que el cielo es pródigo cuando nos permiten descubrir en Tisocco el hombre que siente y es así porque de su interior va hacia nosotros la sensación de libertad de espíritu y el ímpetu de la juventud.

Mientras leía este libro a veces sentí que los poemas, luego , como dije antes, de un sondeo del yo, nacieron con un estallido, un grito, una imposición de vivir a pesar de todo.

Por ejemplo, uno de sus poemas lo concluye diciendo:

“No lloraré.

Sírveme otra copa”.

Y otro finaliza con este verso:

“Mis utopías tienen luz; las adversidades no importan”.

Un poeta puede ejercitarse, entrenarse en la escritura, en la técnica; -puede considerar como lo hacen algunos- que la poesía está más cerca del “oficio” que de la inspiración,o que de la necesidad de volcar lo interno más profundo. Para algunos alcanza con crearse una retórica. Pienso que cada poeta elige su léxico, su sintaxis, aunque esta elección sea inconsciente. Pero hay dos entidades primordiales sin las cuales todo esto, a mi entender, queda vacío, y esas entidades son la emoción y la sensibilidad. Y es justamente a partir de ellas que se puede fraguar la belleza. Esto es lo que hace Gustavo.

Leemos:

“Dijimos adiós

y dejamos entremezclados

tu último suspiro con mi primer melancolía.

No hubo lágrimas ni certezas,

sólo mi caricia cálida sobre tu rostro nevado”.

Muchos de sus poemas están en primera persona, porque este poeta se juega, pone el cuerpo, da la cara, grita en cada palabra todo lo que siente y lo hace en forma valiente y directa.

El se embarca en la poesía como creación.

El poeta inglés Houssman dice: “secreteamos versos...la poesía no es la cosa que se dice, sino cómo se dice”. Así, Gustavo, hace poesía cuando “dice” y “crea”. Por ejemplo en estos versos:

“Se queda muda la risa que tengo siempre,

aflora la verdadera esencia

de mi tristeza enmascarada”.

O en otro donde escribe:

“Incertidumbre y decepción

mi piel vacía.

Pregona tu amanecer

un planeta helado.

No espero,

cierro las ventanas”.

Paul Celan escribe a Hans Bender quien prepara la antología “ Mi poema es un cuchillo”:

“Oficio ( el de escribir ) –que se hace con las manos. Y esas manos sólo pueden pertenecer a una persona(...). sólo verdaderas manos escriben verdaderos poemas(...). Vivimos bajo oscuros cielos y hay muy pocos seres humanos. Probablemente por esto hay tan pocos poemas.”

Es obvio que Celan quiso decir que hay muy pocos seres humanos verdaderamente humanos, con la acepción positiva que lamentablemente se ha desnaturalizado bastante. Y por lo tanto, pocas personas que pueden escribir poemas. No dudo en situar al autor del libro que ahora nos ocupa, en esa minoría. Vemos aquí verdaderos poemas, auténticos, sinceros, con esa sinceridad que sólo un espíritu lleno de riqueza puede dictar.

Creo que viene bien recordar la frase de uno de los poetas más grandes del siglo XX, el alemán Gotfried Benn cuando dice. “ el arte no se ha de comprender; el arte deja impresiones. Esto es su luz”.

Y arte es cuando Gustavo Tisocco escribe cada palabra de este libro que hoy nos entrega.

Quiero explicar que todo lo que acabo de decir no agota lo que podríamos hablar sobre el libro. Propongo tomarlo como una introducción, como unas palabras a modo de prólogo y que tiene que ver con nuestro hábito de presentar libros , acción que nos va acercando al corazón del poeta donde reinan las palabras.

Ahora ustedes saldrán del preámbulo y se sumergirán en el verdadero terreno del poemario, lo leerán y opinarán ustedes mismos.

Dijo Borges: “Las cosas que le ocurren a un hombre, le ocurren a todos”. ATisocco le “ocurrió” este libro que tiene su propia magia y sus propios tiempos. A quien lo lea, también le “ocurrirá” este libro, pues se identificará con su palabra, su talento y su ternura.

En los tiempos adversos en que vivimos, Gustavo hace surgir la esencia del poeta venciendo la locura que se ha adueñado de lo real. Así, traspasa ese daño y embellece la vida cor su palabra. Le agradezco esta entrega.

SUSANA CATTANEO

Palabras sobre el libro "SUTIL"


"Los sueños" merecen la vivencia cotidiana de un despertar, así vivo soñando / despertando.

En cada uno de mis poemas esta la efímera ilusión del brote de hojas nuevas, la radiante alegría de la uva fresca, el burbujear de sedientas perlas acuáticas, la tristeza del gorrión en invierno, cada uno de mis escritos nacieron como sangre, de herida nueva, desplegándose entero en mis dedos y transformándose hoy en mi primer hijo que representa mi libro SUTIL...

Invito a usted a ser el espectador místico de este bautismo poético.

Gustavo Tisocco




Atmósfera, nostalgia, celestial, cotidianidad, el misterio de duendes, ángeles y hadas, acaso, también fantasmas. Sutil... puede representar un libro, puede más que eso, ser poesía. Gustavo Tisocco ha generado, casi impunemente, una vida paralela en sus escritos, donde el misticismo, la melancolía noctámbula, y obviamente, el amor, en todas sus formas de amor y no amor, resguardan a esta nueva persona que también es Gustavo Tisocco.

Este poeta, tan sensible como sólo pudo imaginarlo otro poeta, refleja con una simplicidad lograda perfectamente, la armonía de vivir, la disposición de las personas y los sentimientos en versos sublimes, de reflexión y humanismo.

No olvido decir que al leer estas páginas pude ver mucho de su autor, conozco que ha sabido escribir con la fidelidad de la verdad tan abrumadora con un lenguaje poético y, para nuestro agrado, de nueva poesía.

Celebremos, entonces, esta nueva producción, este nuevo desmantelamiento de la realidad, que nos acerca un espejo muy interesante, que merece que nos pongamos en aquel lugar del tú o del vos, seamos la segunda persona de estos poemas y prosas, imaginemos, y no tanto, que Gustavo escribió para nosotros. Tiene algo que decirnos.

Damián Pi