Palabras de JOSEFINA FISCHER en la Presentación de EL SOLO en Mar del Plata
El solo. Gustavo Tisocco
La primera lectura que hice de El solo, era
domingo más noche que tardecita, con todas las características estereotipadas
de cuando decimos: domingo de otoño en Mar del Plata. Viento. Lluvia. Humedad.
Viento y más viento. Ante cualquier crítica, desde mi punto de vista fue el
mejor escenario para la lectura de El solo. El viento no era solo la ciudad en
la que estaba, era quien se confiesa el escribiente de El solo, “no soy yo/el
que escribe/es el viento”, un viento que trae semillas de amapola, tinta roja
de un corazón. No hay nada más insistente que el viento, lo sabemos, está en
todos lados y hace resaltar los aromas de cualquier jardín.
EL SOLO se entrega a nacer casi como a un
abismo “Ni bien nos cortan el lazo maternal/empezamos a descubrir/que todo será
abismo”, habita la pena, pero también la esperanza, la desilusión de la promesa
no concretada, la desilusión de que “el mar era mentira” pero también la
esperanza: porque siempre hay un Pero, dice: “Pero apenas una semilla/tengo en
mis manos/y es toda la esperanza”. EL SOLO exige casi pidiendo clemencia,
piedad, exige la confirmación de un cielo, de un horizonte, necesidad de un
Dios “que se apiade”; hay una entrega a otro que lo despoja, le recuerda y le
confirma que él es EL SOLO “te amparo saciándote/me amparas despojándome”. EL
SOLO vuela, se inquieta por un paraíso, duda de la existencia de un paraíso. EL
SOLO se hace llanto, gota de mar, semilla, raíz, fruta, muta, resiste, no se
reconoce en las imposiciones “Ya no reconocerme/como cuando me ponían el traje
de futbolista de niño”.
EL SOLO resiste porque tiene la potencia
que promete la semilla: el crecimiento.
Josefina Fischer.
Mayo 2023