Palabras de Edda Sartori en la presentación de EL SOLO
edda sartori
Presentación
de EL SOLO de Gustavo Tisocco.
En principio, El Solo es un poemario que trata la
soledad. En realidad, argumenta, es decir, da luz, aclara sobre la existencia.
Sobre el nacer y el morir. Sobre el amor. Y la soledad como cielo hambriento
que impregna el poema.
Indaga el vacío
originario, la fascinación del nacer y la pérdida del amor, la interrupción en ese
instante. Fascinación y dolor. Fascinación y desapego.
Ni bien nos
cortan el lazo maternal
Empezamos a descubrir
Que todo será abismo
Un poemario donde el yo se con fidencia (fidas).
Entonces el poemario como acto confidencial. El yo dice a quien tiene confianza.
El lector como escucha, su interlocutor en ese lugar íntimo. El lector en el sitio
del secreto en esa interpelación entre el yo y ese otro destinado de los
mensajes. En ese vacío, en ese éxtasis nos
acoge la plenitud del poema.
Yo te amaba
con esa paciencia infinita
de los girasoles.
Vos me amabas
Con el miedo atroz
De los cangrejos.
Un discurso poético enmarcado por la soledad, un
discurso del amor, rasgado, sesgado, conmocionado por lo horroroso de la
herida.
Eros como conciencia de trascendencia del hombre y de
la naturaleza hace temblar el lenguaje. Eros nos instala en esa pantalla de
amor-muerte. Pero frente a ese vacío el poeta propone la indagación como una
constante de su existencia. Con asimetrías, con paradojas, desde su concepción
de la nada a la transformación.
Un yo escudriñador de su propia búsqueda, el sujeto
puesto en la aventura de la búsqueda.
No es poeta
Come una naranja y sólo siente el
dulzor
el ácido en la boca.
Sólo eso.
No es poeta
No es poeta dice el poeta.
Luego nos dirá:
No soy yo
el que escribe,
es el viento.
En ese transitar se aleja del yo. Pero en su lejanía
es un yo provocador. Un yo que penetra el cosmos y lo cuestiona:
Entre tantos árboles secos
ya no recuerdo el verde.
Hubo una vez un paraíso
¿Lo hubo?
Y así en la
revisión de lo vivido va plasmando otro discurso, el reflexivo, que ya lo
anticipa al comienzo del poemario, cuando dice:
La inmortalidad debe ser la soledad
mayor.
(Ese discurso reflexivo hace cumbre en la contratapa
enmarcando el poemario:
El único amor es el primero.
Los demás
Sólo piezas de un rompecabezas.)
El yo se nombra inmortal, último, sobreviviente en
correspondencia al amor y su ausencia.
Dicen que todos mueren.
Pero soy el inmortal
el último
el condenado.
Y aunque deambulo esta devastación
este entierro
este olvido
sé que he muerto
aunque respire.
En esta franja de oposiciones: vida-muerte/
amor-muerte/amor-dolor/amor-desamor/mortal-inmortal, en esta especularidad, cito
a Octavio Paz, el pliegue esconde las dos caras del ser. La oscilación que
nos descoloca.
Pero el pliegue, dice Octavio Paz, es lo que une a los
opuestos.
El pliegue, al abrir sus dos alas, las cierra. El
pliegue al descubrir lo que oculta, esconde lo que descubre.
El yo es el incurable, el inmortal, el sobreviviente
frente a la negación del amor.
Sin embargo, en esa tensión de opuestos, eros reina en
toda su agonía de amor, dolor y la continua reflexión sobre la vida y la muerte.
Eros se expande en toda su magnificencia: deseo,
valentía y reflexión.
El amor en su fuga y desamparo, como relación sin
piedad:
De todos los dolores
tu nombre
es el que sangra
aún en mi boca.
Y el amor, como rescate del origen y el pasado:
Elegir la piedra
y acariciarla
y ser parte de la historia
Finalmente, Gustavo cierra su libro con un poema que
simboliza la fuerza del origen, la
naturaleza, lo primordial y su trasmutación. La inquietud y el misterio. La
renovación. El principio.
En esta aridez
no crecen las flores
ni siquiera un insecto
todo son relámpagos en el suelo.
Pero una gota de lluvia
es revolución.
1 comentarios:
Sublime análisis, meticuloso trabajo. Gracias Edda. Alfredo Lemon
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