Palabras de Ana Guillot en la presentación de "Corazón de níspero"
Video/fragmento de las palabras de Ana Guillot
Un sediento pez (o alguien que se parece al Marqués de Carabás):
Acá hay un viajero, un lector, un cronista. Hay también un niño, telúrico, infinito. La infancia estuvo ahí, y ahora quedó pegada al corazón. Níspero que tiñe de amarillo hasta los dolores más tensos. Oro, habitando ramas y jolgorios. Sol, redondito y pequeño. La curvatura del enigma se abre, mide diez hectáreas, incluye cometas y molinos; vuelos de colibrí, o de perdiz “entre los pastos”. En el espacio idílico de esa infancia, el Gato con botas promete aventuras y riesgos: ha de demostrar que la herencia es un tesoro (y lo será): el abuelo, que se aduerme (antes de que lo roben los piratas); la abuela, que cuenta (fábulas de ratones y fantasmas); el hermano, trampolín para llegar al juego y al monte (“sacramento de manos entrelazadas”). La madre empieza a parir o acaricia; y el padre es, siempre, el héroe principal. Todos ellos son dueños de su canto, del canto de ese niño. En este nido hay olor a humus, tierra fértil, un canto junto al río; y, sobre todo, una perennidad inmune.
En algún momento, el pequeño se convierte en viajero y se aleja, “porque Dios le ha prometido alas”; y el espacio pasa a ser un exilio del terreno acotado y feliz, de la tibieza. En el naufragio, es menester animarse a las despedidas, a cruzar la frontera: ¿entre el terruño y la ciudad?, ¿entre el juego y la vida (la posible hostilidad de la vida)?, ¿entre la juventud y la madurez? El hombre exiliado recuerda con nostalgia, pero asume los desafíos; cruza portales, y gana en certeza y humedad. Desde sus propios costados, el viajero avanza, ama, llora, indaga, apasiona; se extasía de sed y de cansancio; no teme los saltos al vacío, ni las contradanzas; ni lo que, afuera, puedan generar dichas contradanzas. En el camino, cada piedra “acaricia sus pasos, su sombra”. Desde su intensa raíz, la intimidad aflora como un campo en el que la persistencia logrará nuevos jardines, a fuerza de sembrar y florecer.
A partir de los otros, asoma el costado más dolido: las botas ahora asustan, los ríos esconden lápidas acuáticas; la casa de al lado tiene paredes que aúllan (“seguro que algo pasa allá, que algo ocurre”); y el grito de los goles no atenúa, no enmudece lo que la carne entiende y abroquela. El ser social del autor rasga la tarde como un cortaplumas filoso. Es entonces cronista, dolido y perentorio. Gustavo Tisocco no está exiliado de sí, pero conoce el peso del alejamiento; y se conduele con los exiliados afuera-ajenos, aunque íntimos también. En medio de ellos, como una gruesa amenaza, el inquilino (antes ogro o dueño del castillo; siempre sojuzgante), se solaza en su mezquindad, en el que cree que es su destino heroico. El inquilina juzga y discrimina lo que percibe diferente. El inquilino es un gigante (o una hiena, o una serpiente en el patio) que habita el cuerpo social. Que se esconde detrás de un cristal; siempre detrás del balcón, protegido. Este dejà-vu crispa. Es necesario delatarlo.
El tercer espacio, el medular, es el del corazón: de níspero, dice. Allí vuelven a habitar (siempre habitaron) los espacios blancos de la infancia: madre, padre, mañanas a recobrar, música. Allí vuelven a habitar (siempre habitaron) los cuentos infantiles, sus castillos; y el rey pez, en su montaña acuática. El autor dice que hay un niño que no retorna; yo sé que ese niño no es él. Porque él (resciliente o suicida), mira, cuida la casa; sostiene el asombro, la benignidad, la inocencia más vertebral, la mejor. Deja que lo “atraviese el viento”. Ama (“colmenas en el pelo del amado”), sostiene su anhelo (lo ha sostenido, “clava allí sus banderas”). Si hasta en el fondo del mar “florecen jardines”, no parece improcedente suponer (desear) que el carozo del fruto esté intacto.
Estos poemas, extraídos de su libro “Desde todos los costados” invitan al oyente a recorrer su mismo trayecto, sus vicisitudes. La palabra, en su oralidad, fluye; pero golpea. Parece amable, pero es honda. Las imágenes son remitentes al más puro fulgor o a sonidos coloidales, escombros de lo que la humanidad quiere soslayar y no puede. Se impone la voz, desnuda, por encima de la musicalización; y, de a ratos, emergen los sonidos de la naturaleza o los silencios que, en este formato, adquieren una dimensión tan frontal como la del sonido. La palabra dicha (y no leída) es un murmullo, o un grito. Una conversación en la que quien monologa nos tiene, como mudos interlocutores, contra las cuerdas. Mientras escuchamos respiramos al unísono, y callamos. Pero nunca permanecemos indiferentes. Cuando hay poesía, el efecto del imaginario nos puebla de igual modo, sea oral o escrito. Cuando hay poesía, siempre es octubre; y el barco retorna al niño, lo resucita (creo igualmente, repito, que siempre estuvo allí). No ha sido fácil para el hombre volver a trepar las ramas gruesas y lanosas, los resplandores. Sin embargo, ahora, en el resumen del tiempo, la nada es felicidad, y huele a níspero. Desde todos los costados (amoroso, conciencia o intimidad), el beso detenido es una gloria, y es allí, exactamente allí, donde “siempre anidan los pájaros”.
Ana Guillot
7 comentarios:
HErmoso gustavo!
Con la calidad y calidez de siempre en tu obra!
Un abrazo enorme
gustavo desde México donde ando viajando te mando un fuerte abrazo de felicidad complice por esta presentación escuché atenta las palabras de quienes te presentaron a través de los videos y espero escucharlos muy pronto, mi cariño y mi admiración que con vos en mi van de la mano.
te quiero besos a la vuelta te escribo
andreas
Gustavo: muy exhaustivo análisis de la presentadora, quien te recorre, de la mano del libro, en todos tus momentos y formas. Aplausos, Laura Beatriz Chiesa.
Querido Gus, una gran alegría compartir la presentación de tu "Corazón de níspero", escuchar las palabras de Ana y de Luis, la presentación de Norberto, siempre presente, la actuación de Liliana Varela, la magia de tu Poesía en la voz arrolladora de Carrafiello.
Una velada que llevaré por siempre en mi corazón. Felicitaciones y un gran abrazo a todos
Elisa Dejistani
David Antonio Sorbille dijo...
Excelente prólogo de Ana Guillot para presentar el universo poético de Gustavo: uno de los poetas más talentosos y admirados de nuestro tiempo.
Estuve allí, y me maravilló tu poemario. Un abrazo fuerte Gus, de Alicia.
hermoso, simplemente hermoso y grandioso.. dignas y merecidas palabras de otra inmensa y querida colega: ana ...
los abrazo y te felicito una vez más
itzela
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio