martes, 15 de abril de 2008

Palabras sobre el libro "PAISAJE DE ADENTRO"



Paisaje de adentro

Gustavo Tisocco se abre a la memoria desde los primeros poemas con el recuerdo de la infancia y de su pueblo: Mocoretá, Corrientes. Las fotografías que acompañan su obra reafirman el clima de nostalgia y el tono melancólico de su poesía. El blanco y negro incrementan en las imágenes la pesadumbre y, más aún, el desgarro que le ocasiona la remembranza.
Cuenta que se escapaba con sus hermanos al río o a la vieja estación a inventar fábulas, y jugaban a hacerse los muertos y a practicar las ceremonias de un entierro. Las calles tenían un circo reluciente y había un fuerte olor a mandarinas. Cuenta de una casa mustia y de la mirada triste de su perro.
Entremezclados entre los paisajes físicos concretos o entre las figuras representativas que parecen alucinarlo, está destacada sobre todo, la evocación de su madre que lo acunó cuando era inocente y que pregonaba que en la siesta habitaban los duendes. La de su padre, que le regaló el rostro de niño, su infinita tristeza y su abrazo. La de su abuelo Juan, que se hizo gorrión para ampararlo. La de su tío Jorge que partió, sin avisar, sin mirar atrás.
Hay también un poema para una amiga cubana cuyo corazón es tan grande como la isla donde habita o una mención a Alejandra Pizarnik, para llorar debajo de su nombre admirado. Y no olvida involucrar su abatimiento por lo social cuando hace poesía sobre el soldado desaparecido o sobre las Madres de la Plaza de Mayo.
Pero, sin embargo, la añoranza duele. Hay un adentro profundo, solitario y desgarrado. Triste. Un hombre que es niño en el recuerdo y evoca el dolor de ese tiempo en la abundancia de tumbas y en espacios mutilados, clausurados o infames. En burlas que dejaron cicatrices y que deja entrever que ya no quiere ocultar y así se desnuda en lágrimas, en muñecas definitivamente rotas, en muertes incontables.
El pasado es, para una sensibilidad en carne viva como la de Gustavo-poeta, lo que lo hace sentir que tiene una sombra de hormiga o que es pequeño, ínfimo, imperfecto o simple.
Yo digo que es valiente. Que nadie que no tenga su coraje puede contar de esta manera lo que cuenta. Y menos con forma de versos.
Huye, sin embargo, con la palabra poemada, con la metáfora, con las aves, con el despojo a cuestas, con un apasionamiento poco común y opta por el exilio, que es ese “paisaje de adentro” al que quiere disminuir cuando lo llama “impreciso vagabundo”.
No conozco más intimidad de Tisocco que la que denota en este poemario amplísimo y claro. Es una muestra de un alma pura, de un corazón dolorido y de un ser “huérfano de sí” que se suicida en pájaros y se mutila los brazos, que pierde la mirada tras la brisa y se pregunta cómo será vivir en un hueco.
Y que a pesar de que se acostumbró a ser muro y a escalar precipicios, puede dar. Desarrolla su trabajo con los niños, es pediatra, los sostiene y los trae al mundo. ¿Hay algo de mayor entrega?
Y, además, crea páginas donde convoca y promueve a sus pares poetas con una cuota de generosidad no habitual.
Y sigue aquí.
Para seguir escribiendo.
Afortunadamente.

Un abrazo a Gustavo y mi sincero aprecio
Isabel Krisch


Palabras de Beatriz Schaefer Peña para la presentación de “Paisaje de Adentro”

“En ese lugar,/ ahí, en mi paisaje de adentro,/ mi casa aún es refugio;/mis manos, palabras.” Esos son los versos finales del poema que da inicio a este poemario de Gustavo Tisocco y que se titula, precisamente “Paisaje de adentro”, desde cuya interioridad nos muestra ese largo y doloroso peregrinar, casi siempre acompañado de la soledad como es necesario, hacia la búsqueda de sí mismo. Y entonces es cuando nos revela, desde su voz, las diferentes visiones que se van sucediendo entre recuerdos, aconteceres y una realidad que muchas veces lo hostiga y así sucede que esa, la voz de este joven poeta, se revierte en todas aquellas que lo circundan, como si su propio Yo se multiplicase para proyectarse a ese mundo que, si bien, no le es propio, él lo imagina o lo siente como tal.

Sabemos que con la post-modernidad, la frontera de los géneros se ha extendido hasta rozar lo ambiguo, condición, por otra parte de la Poesía; Gustavo Tisocco ha conseguido, desde estas páginas, salirse de sí y hablar desde esa imprecisa frontera de lo que nos es ajeno pero imaginamos o deseamos como propio. Con metáforas inéditas y algunas veces audaces, él lo traduce así, desde estos versos sueltos: Pobre de mí, muñeca despedazada y también desde este bello poema que dice: Escucha, ladran los perros./ Mi hijo muerto me llama en la bruma. Inmóvil sangra mi útero./ Escucha, gimen los perros. Y vemos que hay como una búsqueda de la integración personal, como si el propio poeta se preguntase, una y otra vez: -“Quién soy yo, realmente”? En todo el poemario se percibe algo así como si el tiempo quisiese escapar de su propia circunstancia para finalmente regresar a la misma y entonces todo se convierte en un círculo cerrado desde el cual no existe ningún disparador posible, ningún “más allá”, como si el Yo del poeta, terminase inmerso en esa individualidad de la cual no puede, a pesar de todo, liberarse. Y esto sentimos, claramente, cuando nos dice: Todos los que he sido/, son las sombras de mi cuerpo añejo, para agregar: Ya no soy más que naufragio.

Y también cuando expresa: Aullido de lobo, salgo de mí y te extravío. Y más adelante: Huérfano de mí soy simple asilo, confundido espectro, para terminar confesándonos de una manera notablemente bella y dolorosa: el lazo se ciñe y huyo/ sacudiendo ramas.

Pero también encontramos, en la lectura de este libro, que más allá de la indagación del poeta, más allá del manejo acertado del lenguaje poético, con su musicalidad ineludible, con versos logrados, no solamente en expresión y ritmo sino también plenos de simbolismos que logran transmitirnos, precisamente, las distintas imágenes que hacen a ese paisaje interior que se va revelando, más allá de todo eso, repito, se levanta imponente, el Eros, ese Gigante del alma imposible de soslayar. Y entonces nos conmovemos, junto con el autor, cuando nos dice: He sepultado este amor, esta adoración,/ este amargo camino,/ tu soberanía,/ mi reptar. El poema sigue pero yo creo que la esencia del mismo está en este sólo verso: Tu soberanía, mi reptar. ¿De qué otra forma dolorosa y breve puede alguien expresar todo lo que hace la condición del abandono? Con síntesis, con una impecable metáfora acompañada del acierto de la imagen, Gustavo Tisocco nos demuestra su destino de poeta verdadero y también se advierte, en todo ese acontecer poético que hace al libro, una especie de exaltación de lo inapresable y de todo aquello que parte de lo subjetivo, como por ejemplo: la evocación de esos fantasmas del alma que componen el pasado: Camino esta soledad/ de despoblados ojos/ del grito ausente/ la lejana infancia, nos confiesa; pero el autor no se queda con la mirada en los antiguos espectros, por el contrario, los proyecta hacia el presente que ya deja de serlo para convertirse en la ensoñación de todo aquello que podría llegar a ser, porque, como dice Raúl Castagnino en su “Fenomenología de lo Poético”: “para que no mueran, el recuerdo personal operará su acción en transporte ficcional, contribuirá a la reelaboración poética, tratará, de alguna manera de intentar su permanencia”. Pero algo más debo decir en este somero análisis de “Paisaje de dentro”, de Gustavo Tisocco, y es que se advierte en su lectura la autenticidad de una voz absolutamente personal e incontaminada, para expresarlo de alguna manera. Él, a lo largo de todo su poemario, es siempre él, sin concesiones, sin sumisión a los modismos del momento.

El libro se cierra con unas breves composiciones que podrían definirse como prosa poética, desde las cuales el poeta se habla a sí mismo o le habla a ese otro que se escucha tras de sí, en un monólogo que revela ese acontecer que le es tan propio y del cual quisiera pero no puede liberarse, reitero.

Para cuando despiertes, dejaré sobre la mesa las velas encendidas, nos dice bellamente casi al cierre de su obra aludiendo, tal vez sin proponérselo, a ese estado de encantamiento que precede al inicio de toda creación, al acto poético en sí. Gustavo Tisocco sabe de la música de las palabras que, desde su voz, nos llega sin altisonancias, con esa claridad que muestra el cuidado del fraseo para que aparezca fácil, espontáneo, sin oscurantismos inconducentes. Celebremos entonces este “Paisaje de adentro” que nos revela a un joven poeta que se perfila en lo perdurable."

Beatriz Schaefer Peña



Prólogo

Cuando Gustavo Tisocco me propuso que escribiera unas palabras sobre su libro, yo no sabía que estaba regalándome un pasaje para hacer un viaje a través de la belleza. Este viaje comienza desde el primer verso de “Paisaje de adentro” y en una línea que va desde el pasado hasta el futuro más lejano, vamos de la mano de dos compañeras nunca ausentes ni en esta ni en ninguna de las obras de Gustavo: la melancolía y la nostalgia. Pero ellas no son las únicas. También está presente la desazón, la rebelión contra la injusticia, el amor, el desamparo. Cada palabra, el lenguaje en sí mismo, se viste de libertad y, según la fibra de cada lector, puede impactar en más o en menos, pero siempre este libro conmocionará el espíritu y lo fecundará con la perla fértil de la emoción.

A medida que avanzamos nos vamos enriqueciendo más y más. Hay momentos en que el autor parece exiliado de la felicidad; otras lo encontramos en lucha con bestias y ángeles; autor que se desgarra con pérdidas y preguntas que apuntan al misterio. Él puede ser una muñeca despedazada o una lombriz, eterno suelo, pero siempre será ese poeta acuciado por tener una mirada que no descuide ni un resquicio de su paisaje interno iluminado por el farol de la sabiduría y el talento. Pizarnik dijo: “La poesía es el lugar donde todo sucede”. Por eso, en este libro, sucede la vida.

En este viaje pasamos por la estación de la infancia; llegamos al hoy y concluímos en la eternidad : fuerte aroma/ palidez/ la mortaja destiñe mi rostro. A través de esa travesía vemos por momentos el ser de Gustavo hecho añicos y entonces sentimos en nosotros el dolor del poeta que llora desde sus huesos.

Libro de alta poesía, “Paisaje de adentro” está destinado en forma ineluctable a la trascendencia.

SUSANA CATTANEO



La poesía es un viaje impresionante e imprescindible hacia la esencia más profunda del ser. La palabra se adhiere a la belleza de tal manera que explosiona en una emocionante creación que desnuda no sólo los cuerpos que se buscan, el amante frustrado, la noche que esconde su sombra imborrable, sino también, nos hace contemplar las injusticias, la atrocidad de un mundo apenas descubierto, la infancia, donde quizá un poco de amor bastaría, quizá una caricia que no se pueda vender en las esquinas o en cualquier suburbio donde tristes seres tratan de compadecer su frustración tapando sus inútiles corazones bajo el frío cemento del invierno.

Estos temas y muchos más, nos presenta en esta ocasión el poemario Paisaje de Adentro, (Ed. De los cuatro vientos - Bs. Aires-Argentina, 2006), escrito por el poeta argentino Gustavo Tisocco.

Este libro comienza su travesía desde la etapa más indescifrable del ser humano, la infancia, enfocada en su ciudad natal, Mocoretá. Los poemas que tienen una exquisita carga lírica y crítica ante la sociedad, nos demuestran la fineza verbal de Tisocco, haciendo que lentamente nuestra lectura se vaya transformando en vida misma, pero también, nos enfrenta ante nuestro propio destino, que muchas veces nos enseña que la vida es sólo un estadío, un momento bajo las vagas nubes de otoño:

El niño
cubierto de barro
quedó ciego.

Ya no vendrán mariposas
a despertarlo
ni repicarán bombos
con su nombre.

Duele
este naufragio de Dios,
ahora hieren las plegarias.

La madre
sentada al sol
quedó ciega
y no vendrán las mariposas...


A lo largo del libro, la voz del poeta se va transformando. Pasa de una voz que canta a la soledad, una voz que canta al horror que nos impulsa a la muerte, para convertirse, en una voz confesional. Una confesión que parte de la propia experiencia que madura lentamente en una fuerza que acaricia el cuerpo, lo que finamente se podría expresar en lo erótico, y también la negación a la libertad, a la redención total de la sustancia artística, el amor y la creación:

Me niegas el beso
que pudo salvarme.

Decapitadas caricias
no bastan.

Dentro del encierro
que me rodea: me encierro.

Mi cuerpo
sangra candados.

Y a veces, Tisocco es el niño corriéndose desesperadamente de su realidad. Una realidad distorsionada, atrofiada por la violencia, la soledad, la falta de una voz a cual llamarla tiernamente, amor:

Corre Leandro
no vuelvas...

Déjate ahí
donde habitan
hombres-aves.

Déjate ahí
donde te columpias
perpetuándote.

Corre Leandro,
pero no vuelvas...

Con un lenguaje cargado de energía y emotividad, además de una gran variedad de fotos tomadas por Liliana Muente y Patricio Coullery, esta obra, expresa en sí, una exhortación a la esperanza, al cambio. Nos muestra la posición de la poesía, del poeta ante una sociedad devastada por sus propios deseos, y como él nos dice, a Permanecer / suficientemente heridos, / para salvarnos...



PAOLO ASTORGA

5 comentarios:

Blogger fanny ha dicho...

Lo tengo, lo tengo, tengo este libro también con su CD, y vos y vengo cada vez que me siento lejana para arrimar las lejanías aparente, desde mi voz a tu voz, desde tu boca a mi boca con la que la palabra nos resucita eternos.

Gracias Gustavo por estarme.

Sensiblemente, Fanny

16 de abril de 2008, 10:55  
Blogger ALICIA CORA ha dicho...

Que libro maravilloso, lo leí y fue como sunergirme en mi niñez.
Gracias Gus, por ayudarme a mantener en m,i alma la niña que fui alguna vez, Besitos de ALICIA

16 de abril de 2008, 11:20  
Anonymous Anónimo ha dicho...

"Paisaje de adentro" es Valor, realidad y canto.
Un abrazo.
Víctor Hugo Tissera

16 de abril de 2008, 15:25  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Gus...: excelente prólogo para un excelente poeta. Un beso, Laura Beatriz Chiesa.

22 de abril de 2008, 19:05  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Me lo han pedido prestado pero....ya sabes. el miedo a perderlo. Me encanta.

abrazos.

Anita

29 de agosto de 2008, 17:50  

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